
Mucha gente se preguntará por qué es necesario corregir un texto antes de mandarlo a la imprenta. Habrá quien crea que a los autores consagrados no hay que cambiarles ni una coma, porque entregan los textos impecables. Hay algunos que sí y otros que no, pero siempre hay que corregir los textos de unos y de otros. En este post os di detalles de lo que debéis vigilar a la hora de corregir vuestros propios textos, pero aquí vamos a ver las razones básicas por las que hay que corregir.
1. FORMATO
Un libro (o un artículo) debe entregarse a la imprenta con un formato determinado. Debe ir con un tipo de letra concreto y con un interlineado, por ejemplo. Si hay notas, deben estar colocadas de forma que se pueda componer (maquetar) bien el texto. Todos los títulos de capítulo deben ir de la misma manera, en negrita, en caja alta o lo que se haya decidido, pero siempre igual. Hay que asegurarse de que no falta nada y que no sobra. (Ha ocurrido más de una vez, que a un autor le aparece «misteriosamente» un texto que no corresponde en este libro, por ejemplo). Esto es parte de la corrección que podríamos llamar «formal».
2. NORMAS DE ESTILO
Las editoriales, nos periódicos, las revistas tienen unas normas de estilo y la publicación (ya sea un libro o un artículo) debe adaptarse. Por ejemplo, hay editoriales que han decidido no seguir las últimas recomendaciones de la Real Academia en lo que se refiere a la acentuación. Bien es verdad que, si un autor insiste en seguir las normas de la Academia, la editorial probablemente hará lo que el autor pida (sobre todo si es un autor consagrado). Pero las instituciones tienen sus normas y, en principio, los autores deben adaptarse. Si no lo han hecho al entregar su manuscrito, lo hará un corrector por ellos. Esto también es parte de la corrección formal.
3. UNIFICACIÓN
Una última cuestión formal y fundamental, es que hay que unificar. Es un concepto clave en el mundo de la corrección. Todos los textos deben estar unificados.
¿Qué quiere decir? Es muy sencillo y ya lo he mencionado antes, al insistir en que los títulos de capítulo deben ir todos de la mima manera. Pero hay otros ejemplos. Si en nuestra editorial hemos decidido poner todas las guerras con mayúscula (o caja alta), debemos asegurarnos de que, efectivamente, todas están así (Guerra Civil, Primera Guerra Mundial, Guerra de los Treinta Años).
Veamos otro caso. ¿Cómo deben ir los cargos políticos? Casi todo el mundo cree que deben ir mayúscula: «Ministro», «Concejal», «Alcalde» (¿quizá porque les concedemos una importancia excesiva?). Pero en español no es correcto. Van en caja baja: «ministro de Justicia». «Justicia» va en caja alta porque es una institución. Todas las instituciones van en mayúscula. De modo que lo correcto es Ministerio de Justicia y Museo del Prado. Son nombres propios.
Son detalles que, cuando no nos dedicamos a esto, no nos parecen importantes, pero un texto en el que estas cosas no están unificadas, resulta chapucero, incluso para alguien que no es experto en la materia.
Estas son tres razones de peso, de las que no podemos escapar. Pero, además, hay otras que pueden variar con cada libro o artículo. En el caso de los libros, cada uno es un mundo, porque cada autor también lo es.
4. CORRECCIÓN DE ESTILO Y ORTOTIPOGRÁFICA
El autor
Hay autores a los que hay que corregir mucho el estilo y hay otros a los que solamente hay que corregir alguna errata. Pero, ojo, cuando en el mundo editorial hablamos de corregir estilo no queremos decir que vamos a agarrar el manuscrito y vamos a reescribir la novela a nuestro estilo, porque el del autor no nos gusta. Quiere decir que vamos eliminar frases incorrectas o incongruentes; repeticiones; cacofonías; tiempos verbales que se contradicen con los hechos, etc. También vamos a sugerir cambios de estructura para que fluya mejor la historia y otras lindezas parecidas. Si su estilo es cursi, vamos a respetar esa cursilería siempre que no impida la lectura y disfrute de la narración.
Puede que el autor no sea muy bueno tecleando en el ordenador o puede no haya puesto bien las rayas de diálogo, las comillas, las versalitas, etcétera. También es posible que haya traducido los nombres propios y hable de Guillermo Shakespeare y Carlos Dickens, que es algo que ya no se hace (y de lo que hablaré en otro post). Las posibilidades son infinitas. Un editor —casi— nunca se arriesga a enviar un manuscrito a la imprenta sin leerlo primero y sin que pase por un corrector o un editor externo.
El traductor
Si el texto es una traducción, ocurre exactamente lo mismo que con un autor. Lo primero que hay que hacer es asegurarse de que al traductor no se le ha olvidado traducir nada. También es importante comprobar si ha puesto demasiadas notas de traducción (dificultan la lectura), o demasiado pocas, en el caso de que sea una edición comentada. Igual que al autor, hay que corregirle, porque a todos se nos escapan cosas y cuatro ojos ven más que dos.
Si te gusta escribir o traducir, sabrás que nunca está de más que alguien lea tus textos. Siempre aportará algo, verá algo que tú no has visto y encontrará algún error que se te ha pasado por alto a pesar de todas las lecturas que has hecho.
LA BIBLIA DEL REY JACOBO
La imagen que he elegido para este post ilustra muy bien lo que quiero transmitir aquí. Es mi errata preferida, aunque os podría contar unas cuantas que salieron en libros que habían pasado por mis manos. En 1631 se reeditó la Biblia del rey Jacobo (King James Bible), que se llamó así, porque el rey había intentado unificar —aquí sale este concepto otra vez— las publicaciones del libro sagrado y quería que todas las iglesias tuvieran la misma versión. En esta edición, alguien se olvidó de hacer la última lectura y el séptimo mandamiento dice «Thou shalt commit adultery» (Cometerás adulterio), en lugar de «Thou shalt NOT commit adultery» (No cometerás adulterio). Pasó un año hasta que alguien se dio cuenta y a partir de entonces la vida se hizo muy difícil para los impresores reales Robert Baker y Martin Lucas, que dieron con sus huesos en la cárcel. Desde entonces, esta biblia se conoce también como «The Wicked Bible».
Si queréis saber más sobre este error histórico, os dejo el link al Daily Telegraph, donde lo cuentan con más detalle y la entrada de Wikipedia, donde se habla de la Biblia del rey Jacobo.
Con este ejemplo quería mostrar lo importante que es corregir un texto, venga de donde venga y lo escriba quien lo escriba. Aunque lo lean varias personas, con todo el cariño y todo el cuidado del mundo, probablemente tendrá alguna errata.
¿Conocíais la maravillosa errata que animaba a cometer adulterio? ¿Qué erratas garrafales han aparecido en vuestros textos?
¡Hola! No puedo estar más de acuerdo contigo. Es mi gran lucha en mi trabajo, que no tiene que ver con la edición de textos pero en el que escribimos muchos informes. ¡¡Y la gente es una chapucera!!
Hola Jezabel, mil gracias por hacer comentarios aquí. Ya te respondí por otro lado, pero vuelvo a hacerlo. La gente es muy chapucera y no da importancia a un correo mal escrito o un comunicado interno lleno de erratas. A mí me parece fundamental. Tengo pensado un post sobre eso, porque creo que hay que darle mucha más importancia y acostumbrar a la gente a no ser chapucera. Un abrazo, ¡a ver si ganamos esta batalla!
Un ejemplo de pésima edición de un libro por el que ha corrido mucha sangre: la traducción al español de El Capital de Marx (aunque sospecha que es más de Engels). Errores por centenares.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-41423547
Gracias, Pedro. Hay muchos ejemplos. Hay muy malas traducciones y da mucha rabia comprar un libro y darte cuenta de lo mala que es la edición. Por eso es tan importante corregir. Tampoco estaría mal pagar un poco mejor todos estos trabajos. Es muy difícil vivir de esto y, al final, hay que hacer todo demasiado rápido. Creo que ese es uno de los grandes problemas.