
Casi todos los días oigo decir que en las editoriales —sobre todo, en los grandes grupos, esos ogros sin alma— no se leen los manuscritos que llegan porque no les interesa publicar a autores desconocidos, ni descubrir autores nuevos. La mayor parte de mi vida la laboral la he pasado trabajando en sellos de grandes grupos —Anaya, Santillana, Planeta, Penguin Random House— o colaborando con ellos como autónoma. Creo que no me llevarán a juicio si os aseguro que están deseando descubrir autores nuevos. De hecho, una de las labores más importantes de un editor es encontrar escritores que sorprendan. Es lo que los jefes esperan de ellos. No conozco a ninguno que no quiera publicar a un autor desconocido y convertirlo en un fenómeno editorial.
Ser desconocido antes de ser conocido. Ocurre en las mejores familias
Si no fuera así, ¿cómo iba a haber publicado J.K. Rowling? Porque, os va a parecer una perogrullada esto que voy a decir, pero ¡Rowling ERA UNA DESCONOCIDA antes de ser conocida! Carlos Ruiz Zafón también, por acercarnos más a casa, o Arturo Pérez Reverte y María Dueñas. ¡Todos! Incluso Javier Marías, en algún momento, fue un autor al que nadie conocía, por muy hijo de Julián Marías que fuera. Me pregunto si la gente que dice estas cosas cree que estos escritores, hoy convertidos en marca, nacieron ya con sus bombazos editoriales debajo del brazo y, al cumplir los 18, se plantaron en el gran grupo de turno y dijeron «Publícame, soy tu próximo best seller».
La historia de Rowling se convirtió en una peli, medio mala, para mi gusto. En ella se cuenta lo que tardó en publicar y lo mal que lo pasó. De la vida de Ruiz Zafón creo que no hay peli (se negaba a que hicieran una de La sombra del viento), pero se pasó años publicando literatura juvenil, sin gran reconocimiento, antes de convertirse en un «autor conocido». El fenómeno ocurrió poco a poco, gracias a lo que ahora se llama «boca a oreja» y antes se llamaba el «boca a boca». Unos lectores empiezan a recomendarlo, va llegando a otros que también hablan de él, hasta que se vende tanto que los medios se hacen eco, los libreros lo piden, los libreros lo recomiendan, los medios vuelven a sorprenderse con el fenómeno y todos nos sentimos obligados a leerlo.
El sueño de un editor: encontrar el manuscrito que salvará el año
Con esto os quiero decir que las editoriales en general, y las que yo conozco en particular, leen lo que les llega porque quieren descubrir maravillas. Lo malo es que la experiencia les dice que lo que llega no suele ser una maravilla. Esto hace que no se den una prisa loca para leer la pila de manuscritos que reciben semanalmente y sí, os reconozco que pueden quedar olvidados durante meses; proceso puede ser muy lento.
Cuando yo empecé a trabajar en este mundo del libro, casi en cada sello había un colaborador que venía una vez al mes, por ejemplo, y hacía la primera criba de todos los originales que llegaban. Leía unas páginas (diez, quince, veinte…) y descartaba los manuscritos imposibles; los que no se entendían desde la primera página; los que venían sin autor, sin carta de presentación, sin título; los que exigían que la editorial publicara su libro cuanto antes porque si no, no vendería nada; los que decían que eran los representantes de Dios en la tierra…
Después de esa criba, el mismo colaborador —u otro— volvía y leía los que habían quedado. En esta ocasión leía alguna página más (cincuenta, sesenta, ochenta…) y si le parecía que alguno tenía gancho, lo apartaba para recomendárselo al editor. Eran pocos los originales recomendados, siento decirlo. Pero alguno había.
Todos somos escritores y muy buenos
Han pasado algunos años desde esto que os cuento y todo ha cambiado. El número de manuscritos que se reciben se ha multiplicado. Hay muchísima más gente escribiendo y, en cambio, hay bastante menos gente trabajando en las editoriales, porque se ha reducido el personal. Es muy probable que ya no exista la figura del colaborador que hace cribas de los 15 o 20 manuscritos que llegan cada mes o cada semana. En numerosos sellos se ha decidido no aceptar manuscritos no solicitados (os lo contaba en este post). Habrá otros que se vean incapaces de atacar la pila de papel que hay sobre su mesa. También los habrá que han cambiado recientemente de editor y han decidido tirar todo lo que acumulaba el anterior en su mesa.
Dos consejos nada más
Esto no quiere decir que no quieran leerlo todo. Tenéis que entender que, simplemente, les es muy difícil. Por eso, os doy dos consejos.
El primero es que os presentéis a premios. Los de literatura infantil y juvenil tienen muy buena fama, funcionan muy bien y no suelen estar amañados. Pero hay muchos más. Los encontráis en la página de escritores.org. En las editoriales con premios de literatura adulta os aseguro que se lee todo lo que llega. Ahí sí hay un colaborador que se encarga de cribar, leer y recomendar al editor. Si el libro es bueno, quizá no gane el premio, pero quizá se publique.
Mi segundo consejo es que mandéis siempre la mejor versión de vuestro manuscrito. Para eso es importante que se lo deis a corregir a un profesional. Mandad un correo corto, sed bien educados y ¡no os olvidéis de poner vuestro nombre! Recordad, todavía sois DESCONOCIDOS. Si hay instrucciones sobre cómo enviar el original, ¡seguidlas al pie de la letra! No os creáis que sois Cervantes, ni os indignéis porque tarden un poco en responder. Os lo contaba aquí y aquí con bastante detalle .
No estoy diciendo que sea fácil, pero si se hacen las cosas bien, las posibilidades aumentan. ¿No es así en todas partes?
Hice un video sobre el camino para publicar. Puede ser útil.
https://youtu.be/Y2o7dLHV-ac
¡Muchas gracias, está muy bien el vídeo! Siento haber tardado tanto en responder. Un abrazo.
Hola,
Agradezco este artículo pero mi caso debe ser una excepción. Hablo de mi libro EL PARADÍS RERE EL MAR.
Lo mandé a la agencia Silvia Bastos para un informe de lectura. Fue buenísimo y, sin embargo, no se quisieron hacer cargo del libro.
Lo mandé a Columna, y por consejo de su directora Sílvia Gash, me presenté al premio Néstor Luján de novela histórica en catalán. Allí el lector recomendó mi libro. Incluso me dijeron que recibiría noticias suyas un mes antes del 30 de junio (creo) que era cuando se fallaba. El libro no ganó, ni siquiera quedó finalista. Y en la Editorial no quisieron hablar conmigo ni darme la más mínima explicación. Después de unos meses de depresión, autopubliqué el libro. Desde entonces, con la sola ayuda del boca oreja, mucha gente lo ha leído y me ha animado a escribir más. Hace un par de meses, me entrevistaron en el Centre de Lectura de Reus, institución caracterizada por su alto nivel y su gran seriedad. Joaquim Mallafrè, traductor del ULISSES i premi nacional de literatura, me ha honrado prologándome el libro.
Hola, Mercé. Ya hablamos de esto en privado, pero para ayudar a otros, sí diré que muchas veces pasan cosas como lo que te pasó a ti. Es lamentable y no sé cuál es la explicación. Pero como te decía en mis correos, si disfrutas escribiendo, sigue haciéndolo. Publicar es difícil, eso está claro, pero si tienes algo bueno y perseveras, es posible que vea la luz. Te mando un abrazo.
¡Genial artículo! 👏🏻 Y muy necesario para poner un poco en su sitio esa idea generalizada de que las editoriales tradicionales no hacen ni caso a los escritores nuevos. En realidad, lo que está en mano del escritor es dar lo mejor de sí en su manuscrito. Bueno, y hacer un poco de marketing de sí mismo también es necesario en los tiempos que corren. ¡Besos, Ana!