
Ha vuelto a pasar, he hecho un trabajo y el cliente no me ha pagado. Como conté aquí, la primera vez fue porque a la persona que me contrató no le gustó mi informe de lectura. En esa ocasión era muy posible, como me señaló una escritora muy amablemente, que yo no fuera todo lo delicada que hay que ser cuando se habla a un autor de su libro. A veces soy demasiado directa, digamos «burra», por qué no. Y aunque no es excusa para no pagar, aprendí muchas cosas, entre ellas, que el cliente no siempre tiene la razón.
Lección aprendida
Gracias a esa experiencia, a los consejos de esa autora y a años de hacer informes de lectura, ahora elijo con cuidado las palabras que utilizo para comunicar a un autor que su libro no está preparado para salir al mundo. Yo también escribo y sé muy bien lo que duele que alguien destroce un texto que ha llevado días, meses o años escribir.
Otra lección que aprendí de ese mal trago es que es imperativo cobrar los trabajos por anticipado. Aquí debo agradecer la amabilidad de varias personas que respondieron al post en las redes sociales y a alguna agente literaria, que me insistió mucho en que no se puede cobrar después de haber entregado.
En esto yo era un poco ingenua, pero no tardé en aplicar estos consejos y, a lo largo de diez años, a ningún cliente le ha parecido mal. Los informes de lectura los cobro siempre por adelantado. Para los demás encargos, cobro la mitad por adelantado y el resto antes de la entrega.
Cómo funciona el mundo de un autónomo
También cobro un depósito para reservar fecha. Si un cliente me dice en enero que me va a enviar su libro en abril, pido un depósito y bloqueo unas semanas para realizar ese proyecto. En caso de que haga el trabajo, el depósito se descuenta del total. Pero, si el autor cambia de opinión y no lo envía nunca, me quedo con el depósito, para compensar el agujero que me ha dejado en el calendario. Debo decir que no soy original en esto. Los precios y las condiciones que ponemos las correctoras son muy parecidos. Mi compañera del mundo de la corrección, L. M. Mateo, lo explica estupendamente aquí.
Tengo clientes fieles, con los que llevo tiempo trabajando y de los que no se me ocurre dudar. Soy bastante flexible con todos, a veces cobro en tres o cuatro pagos. Pero, aun así, siempre les pido que me paguen los informes por anticipado.
Hay clientes que no tienen razón
A pesar de eso, un cliente ha decidido no pagar un informe cuando yo lo tenía listo para enviar. Firma con un pseudónimo que no consigo que se me quede, por algún motivo. Siempre tengo que hacer memoria para buscar sus correos. Es algo como Cero Conzeta; un juego de palabras y letras un poco tontorrón, que ahora no logro recordar. Bobo Conuve. No lo sé. Pero esto no es lo importante.
Lo importante es que no me ha pagado y lo indignante es que ya había trabajado con él. Le había corregido una novela, me pidió que nos viéramos por Zoom y accedí, aunque es algo que no va incluido en el precio. Era un cliente con el que había una relación y, en principio era buena, aunque ya dio alguna señal a la que debí prestar atención en los correos previos a este último trabajo.
La primera fue cuando me propuso que le corrigiera la traducción de un libro sin cobrar. Una vez hecha esta corrección, gratis et amore, él intentaría que se lo publicaran y, en caso de que esto ocurriera y se vendieran dos o tres ejemplares, me daría «algo» a mí. No recuerdo si ese algo era un porcentaje, un ejemplar, una palmadita en la espalda o qué.
¿Trabajar gratis? No, muchas gracias
Le dije, muy educadamente, que no podía (los que me seguís sabéis que siempre estoy pensando en abandonar de una vez la buena educación y el buen rollito porque, francamente, no me llevan a ningún lado). Procedió a resaltar ese «algo» que podría embolsarme cuando el libro llegara a ver la luz en un futuro y una galaxia muy muy lejanos. Le volví a dar las gracias y, con un poco más de firmeza, le comuniqué que no trabajaba gratis. Nunca. Never. No. Nein. Niet.
Algunos autores —y Cero con más profusión que ninguno— me hablan de lo dura que es la vida de escritor. No suelo responder porque no va a ningún lado, como la buena educación. A Cero solo le dije que entendía muy bien su dura vida, porque la mía también lo es. Trabajo mucho y gano poco, pero no le voy a mi peluquero con esa milonga para que me cobre menos. Si decido ir a la peluquería, en lugar de cortarme el pelo yo misma con las tijeras de la cocina, me presento allí con dinero suficiente para pagar por el trabajo.
¿Quién pone las normas?
Por ir acabando —que este post se me está haciendo tan largo como los meses que esperé creyendo que Cero (¿Conzeta o Concé?) me iba a pagar—, me siento un poco idiota. Cuando me pidió que le hiciera el informe de lectura, le recordé la tarifa y que cobraba por anticipado.
Me envió un correo —ya no sé si era la tercera o la cuarta alarma que me debería haber saltado—, diciendo que esta vez me pagaría por anticipado, que él era de fiar, que había un antecedente, bla, bla, bla, pero proponía pagar el siguiente trabajo (daba por hecho que me seguiría encargando proyectos por los siglos de los siglos) después de la entrega.
¿Te gusta la nueva norma? añadió. No contesté. Le dije la fecha en la que podía tener el informe y le pasé la factura. Cuando llegó ese día, le pregunté por el pago y le dije que, como habíamos acordado, yo tenía el informe listo para enviar.
Volvió con lo de las normas. Dijo que hasta que no le enviara el informe no había pago. «Son mis nuevas normas», añadió.
No le envié el informe.
¿Qué os parece? ¿Estáis de acuerdo en que el cliente no siempre tiene la razón?
Hola. Evidentemente, no siempre el cliente tiene razón. A mí me recuerda al presidente de una fundación muy importante que me pidió unos trabajos, sin contrato, y a partir de aquella entrega, ya me haría contrato, y le creí porque ya lo conocía y, aunque gilipollas, parecía digno de mi confianza. Pues, no me ha pagado nada, lo denuncié en la Inspección de la Seguridad Social y le han multado con poco más de 100 € pero ha ido dejando pasar el tiempo, lo último que supe es que esa cifra ascendía ya a 3.000. Yo no he cobrado nada, de llamarme como si fuéramos grandes amigos, ahora me trata de usted, como si pensara que puedo denunciarle de nuevo y él pueda decir si es que ni sabía quién era, y espero que haya pagado. ¡Ah! Ni la fundación, ni la universidad dónde trabaja han querido saber nada. Yo me quedo con las ganas de ir a pegarle un buen tortazo, que por 200 € sea tan mezquino e….
Hola, Bego. Gracias por compartir tu experiencia, que me parece terrible. Cuando es una institución así, da más rabia todavía. Me parece vergonzoso que, habiendo recibido la denuncia y la multa, sigan sin pagar. Además, en general, hablamos de cantidades pequeñas. Es de una mezquindad asombrosa. No se entiende. Lo malo es la sensación de impunidad que tienen ellos y la de impotencia que se nos queda a nosotras. Te deseo mucha suerte y espero que no nos vuelva a pasar.
¡Cuánta razón junta en este artículo! Gracias por decir las cosas tan claras, Ana.
¡Hola, Diana! Muchas gracias por tus mensajes siempre tan amables. Dudé mucho si contar esto o no. No me gusta dedicar las redes a la queja (hay de sobra por ahí), pero creo que es importante que la gente que empieza no confíe. Son los menos, es verdad, pero siempre hay algún listillo. Te mando un abrazo enorme y espero que andes con menos lío y puedas escribir.
Hola, Ana, creo que muchos, y yo obviamente, nos sentimos muy identificados con lo que estás contando. Yo pasé por la fase todo gratis de corazón sacándome horas de donde no tenía, ¡me llevé cada batacazo! Y sí, vamos aprendiendo a valorarnos, claro. La vergüenza de cobrar por tu trabajo, mal acostumbrada con las editoriales, que también. Luego están las veces que se enfadan con nosotros porque…¡Yo qué sé por qué! Bueno, que si les enseño mucho, que si no les enseño, que si no les sale la escena, que si es difícil (como si escribir tuviera que ser fácil cuando lo que vale la pena se mide por entregas y no por dificultad) … Siempre hay un «si» inventado o paranoico, bastante ignorancia y miedo. Yo me tuve que hacer una cura de 360º. La ignorancia se cura aprendiendo. El miedo, también se puede contener. Pero si no te dejan, no. Ayer mismo me pedían un adelanto de un editing (antes de pagar), así un «feedback» (si al menos dijeran retroalimentación, moños) de un capítulo entero. Las anécdotas son muchas, lamentablemente. Y hay tanto vampiro de sueños que les cobran barbaridades y sin dar ni un gramito de profesionalidad. Pero aprendemos y tú ahora escribes sobre esto y tomas nuevas estrategias. Hermana de sector, te abrazo y te vuelvo a abrazar. Y también te mando océanos de besos.
¡Hola, Jimena! Encantada de leerte por aquí. Mil gracias por los abrazos. Los recibo con alegría. Sí, lamentablemente, las «hermanas del sector», como tú nos llamas, hemos pasado por bastantes calamidades en lo que a recibir nuestra retribución se refiere. Lo de la vergüenza por cobrar es terrible. ¡Y la vergüenza por dar la lata a las editoriales para que no tarden cinco meses en pagar! En fin, la vida es lucha. Siempre lo dice mi sabia madre.
Te oí hace tiempo en el podcast de Ana González Duque y ¡me encantó todo lo que contabas! Te mando de vuelta mil abrazos y besacos. Espero que nos veamos en algún sarao.
Muy querida Ana, pues montemos un sarao, demostremos nuestras ganas de fiesta, de alegría y de profesionalidad, bebamos y comamos, abracémonos y cantemos. Yo soy un poco roja y creo que la unión hace la fuerza, o será que de peque leí muchos Mosqueteros jejejeje «Mosqueteras sin rey», un buen título, ¿no crees? Ay, las aventuras editoriales dan para unos thrillers. En mi Tuiti tengo un personaje: LEA (Lectora Editorial Asesina). A veces aparece. La gente cree que es para los autores, pero la realidad es que nació a causa de algunas secretarias editoriales, ya tú sabeh, de esas que llevan años, y alguna becaria arribista, que sobran. Y como a LEA le gusta asesinar por las noches y dar miedo, la dejo que se libere a gusto. JAJAJAJAJAJAJAAJAJA
Gracias por tus tan amables palabras, este abrazo tan bonito que me mandas, los besacos son riquísimos y saben a rosquillas, chocolate y helados italianos. ¡ÑAM!
¡Tienes toda la razón! yo en marketing digital no cobro por adelantado y nunca he tenido problema o casi nunca. Pero creo que es un riesgo. Y en el mundo editorial, cuando he estado el año pasado y el anterior del lado de escritora, no tuve problema en pagar por adelantado. Me parece lógico. A veces, es mitad y mitad. Como una confianza de ambas partes. Un abrazo
¡Hola, Romina! Muchas gracias por tu mensaje. Te recomiendo mucho que cobres por adelantado. Si alguien no se fía y no quiere contratarte, allá él. Es mejor perder ese cliente que hacer el trabajo y que no te paguen. Yo tiendo a ser confiada, pero ya van dos y se acabó. Esto no me vuelve a pasar. ¡Espero que te vaya fenomenal!